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CARLOS MARIO GALLO MARTÍNEZ

UN SUPUESTO DÍA MALO

UN SUPUESTO DÍA MALO

UN SUPUESTO DÍA MALO
 
Ese día, por la mañana, derrame el café sobre el mejor mantel del hogar; y al estar limpiando, me manché la ropa recién planchada y lavada que ya traía puesta.  Después, ya estando en camino hacia la oficina, el tráfico era tan denso, que llegué tarde a mi trabajo, lo que provocó que mi jefe me llamara la atención.  Toda la mañana estuve de mal humor y con muchas ocupaciones, por lo que a la hora de comer, salí precipitadamente.  Al llegar al estacionamiento, me percaté que el auto tenía una llanta baja.  Me dispuse a cambiarla rápidamente, pero estaba tan apretada, que el tiempo se me vino encima y me quedé sin comer.  Por la tarde salí retrasado de la oficina y llegué tarde a la facultad.  Un maestro me preguntó la lección que había quedado pendiente, misma que no tuve oportunidad de estudiar; por lo que me llamó fuertemente la atención.  Me sentí terriblemente avergonzado delante de mis compañeros.  Al terminar las clases, fui al auto y me percaté que le habían roto el parabrisas y me habían robado el equipo de sonido.
 
Ya era tarde en la noche y no encontré un taxi o bus que me llevara a mi hogar.  Caminé varias cuadras y en un callejón, tres tipos armados me quitaron mi dinero, un hermoso reloj de oro, mi chaqueta de cuero y hasta el cinturón que tanto me gustaba.  Después de quitarme cuanto traía encima, me dejaron seguir mi camino riéndose estruendosamente de mi cara malhumorada e impotente.  Caminé dos calles y poco a poco me llegó la idea de cobrarle al mundo tantos insultos a mi integridad y a mi persona.   Me desquitaría con el primero que se cruzara en mi camino, no tendría compasión de él, me burlaría hasta sentirme desahogado y le daría algunos golpes, para así, recuperar un poco mi tranquilidad.
 
Esperé un poco y vi que se acercaba un hombre semidesnudo; de inmediato resolví que él sería el blanco de mis ataques.  Me aproximé para burlarme de él, intenté reírme de sus pies descalzos, pero los vi sangrantes y con la huella de haber sido traspasados con clavos.  Después, me fijé en sus rodillas y las vi golpeadas a causa de múltiples caídas.  Sentí coraje de no encontrar un motivo que inspirase mi risa burlona.  Me reiría de su enmarañado cabello, pero lo vi mojado con la sangre que manaba de su frente herida por una corona de espinas.  Me mofaría de su delgado y débil cuerpo, pero una herida en su costado derecho producida por una lanza, me hizo estremecer.  Intenté reírme de sus manos que colgaban de sus brazos como si fueran un trapo viejo; pero al verlas más cerca, las vi tan cansadas y heridas, que contuve mi reír.
 
Había decidido que ese hombre sería el blanco de mi ira y no estaba dispuesto a dejarlo marchar sin producirle daño.  Mi acalorada mente buscaba la forma de desquitar mi rabia.  Decidí golpearlo.  Caminé detrás de él y vi su espalda flagelada inmisericordiosamente.  Corrí hasta colocarme delante de él; lo golpearía en la cara.  Extendí la mano para sujetarlo del hombro y golpearlo fuertemente, cuando ese hombre me miró a los ojos.  Su mirada era tan profunda que pude sentir cómo llegaba hasta lo más recóndito de mi alma.  Luego, con una dulce voz me miró y dijo: "Gracias por venir en mi ayuda".
 
Autor Desconocido   
 
ORACIÓN
 
Señor; te doy gracias por la paz, por la alegría, por la unión que los hombres (mis hermanos) me han brindado, por esos ojos que con ternura y comprensión me miraron, por esa mano oportuna que me levantó, por esos labios cuyas palabras y sonrisa me alentaron, por esos oídos que me escucharon, por ese corazón, que amistad, cariño y amor, me dio.  Gracias Señor por el éxito que me estimuló, por la salud que me sostuvo, por la comodidad y la diversión.
 
Me cuesta decírtelo: Gracias Señor, por la enfermedad, por el fracaso, por la desilusión, por el insulto, por el engaño, por la injusticia, por la soledad, por el fallecimiento de mis seres queridos. Tú sabes cuán difícil ha sido aceptarlo; quizás estuve al punto de la desesperación, pero ahora me doy cuenta de que todo esto me acercó más a ti, Tú sabes porqué lo hiciste.

Gracias Señor, por la fe que me has dado, por esa fe que se tambaleó cuando tantas veces encorvado bajo el peso del desánimo, Tú nunca dejaste de fortalecer, y me hiciste caminar en el sendero de la verdad, a pesar de la oscuridad.

Señor, yo no sé lo que el futuro me deparará, lo desconozco, y vivir en la incertidumbre, en la duda, no me gusta, me molesta, y me hace sufrir;  pero sé que Tú siempre me ayudarás, porque aunque yo te dé la espalda, Tú nunca me la darás, porque eres fiel, y yo sé que me tenderás la mano.  Por eso hoy te pido que llenes mi vida de esperanza y generosidad. 
 
Perdón Señor, por mis errores, descuidos y olvidos; por mi orgullo y vanidad, por mi necedad y capricho, por mi silencio y mi excesiva locuacidad.  Perdón Señor, por prejuzgar a mis hermanos, por mi falta de alegría y entusiasmo; por mi falta de fe y confianza en ti, por mi cobardía y temor al compromiso.
 
Perdón, porque me han perdonado y no he sabido perdonar; perdón por mi hipocresía y falsedad; por esa apariencia que con tanto esmero cuido pero que en el fondo, no es más que un engaño a mí mismo.  Perdón por esos labios que no sonrieron, por esa palabra que callé, por esa mano que no tendí, por esa mirada que desvié, por esos oídos que no presté, por esa verdad que omití, y por ese corazón que no amó.

Señor, llena con tu amor mi silencio y cobardía. No abandones la obra que has empezado en mí.
 
Amén 

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