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CARLOS MARIO GALLO MARTÍNEZ

Las etapas de la vida

Las etapas de la vida
Las etapas de la vida
 
Una serena reflexión sobre las sutiles estaciones del ser humano:

-LA JUVENTUD
-LA MADUREZ
-LA VEJEZ

Pensamientos y frases alusivas que nos enseñan a apreciar y valorar esa emotiva reseña de nuestro viaje por este mundo.

ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.

La adolescencia es como una casa en día de mudanza: un desorden temporal.

La inconveniencia de la adolescencia es no saber lo que se quiere, y sin embargo quererlo a toda costa.

La juventud vive de la esperanza. La vejez del recuerdo.

Es mejor malgastar la juventud que no hacer absolutamente nada con ella.

La iniciativa de la juventud vale lo que la experiencia de los viejos.

Ningún hombre sabio ha querido nunca ser más joven.

La juventud es un defecto que se corrige con el tiempo.
Lástima que nos curemos de él demasiado pronto.

Los jóvenes son como las plantas: por los primeros frutos se ve lo que podemos esperar de ellos en el porvenir.

"Nuestra juventud es decadente e indisciplinada.
Los hijos no respetan ni escuchan ya los consejos de sus mayores. El fin de los tiempos está cerca."


Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver.
Cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer.


Los viejos desconfían de la juventud porque también han sido jóvenes.

LA MADUREZ

La madurez es la etapa de la vida en la cual ya ha pasado la tempestad... pero aun continúa relampagueando.

La madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar.

Somos personas maduras cuando el guardar un secreto nos causa mayor satisfacción que divulgarlo.

Hemos llegado a la edad madura cuando, teniendo para escoger entre dos tentaciones, elegimos la que nos permite llegar a casa más temprano.

Madurez es la habilidad de realizar un trabajo aunque no tengamos supervisores, llevar dinero en el bolsillo sin gastarlo y soportar una injusticia sin desear la venganza.

Puede ser que la vida no sea la alegre fiesta a la que esperábamos llegar, pero ya que estamos aquí, es mejor que bailemos.

Es una lástima que el lapso entre ser demasiado joven y demasiado viejo sea tan breve, y que tengamos que decir con tristeza:
¡Qué temprano se nos hizo tarde!

Somos maduros cuando llegamos a la conclusión de que hay que tolerar los defectos ajenos, pero no por eso justificar los nuestros.

Pero que tampoco debemos llegar al grado de que la tolerancia se convierta en sumisión.

Todos somos ignorantes, pero no todos ignoramos las mismas cosas.

LA VEJEZ

La vejez es lo más inesperado de todo lo que le sucede al hombre.

Descansar no es suficiente: hay que meditar

La edad se apodera de nosotros por sorpresa, sin sentirla llegar.

Cuando me dicen que ya estoy demasiado viejo para hacer una cosa, me apresuro a hacerla enseguida.

“Una vejez feliz es como el pastel de la fiesta”

Los viejos dan buenos consejos porque ya no pueden dar malos ejemplos.

...que no son otra cosa que seres humanos antiguos.

Amamos las catedrales antiguas, los muebles antiguos, las monedas antiguas, las pinturas antiguas y los viejos libros, pero nos hemos olvidado por completo del enorme valor moral y espiritual de los ancianos

En este mundo todos queremos llegar a viejos, pero ninguno queremos admitir que ya llegamos.

Cuanto más envejecemos más necesitamos estar ocupados. Es preferible morir antes que arrastrar ociosamente una vejez insípida y vacía.

Por mi parte han de disculparme, pero yo no tengo tiempo para hacerme viejo. Con su permiso.

Cuando ya se han cumplido 80 años —o estamos cercanos— todo contemporáneo es un amigo.

Viéndolo bien no somos tan viejos, lo que pasa es que tenemos muchas juventudes acumuladas.

Hay que estar agradecidos de nuestra edad, pues la vejez es el precio de estar vivos.

Y en la hora del ocaso, una última reflexión:

La vida transcurre como un autobús en el que unos pasajeros suben y otros bajan. Hay que estar preparados para cuando nos toque bajar en la próxima parada y escuchemos el anuncio del conductor: ¡Bajan!

Hay que dejarse llevar suavemente por la corriente como la hoja que se desliza sobre su superficie.

Y disfrutar del regalo de la vida mientras podamos y estemos presentes en este mundo.

Autor desconocido
 

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