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CARLOS MARIO GALLO MARTÍNEZ

EL ABOGADO

EL ABOGADO

EL ABOGADO
 
Después de haber vivido decentemente en la tierra, mi vida llegó a su fin.  La primera cosa que recuerdo es estar sentado sobre un banco en la sala de espera de lo que parecía ser una corte o palacio de justicia. La puerta se abrió y se me ordenó sentarme en la banca de los acusados.  Mientras miraba a mi alrededor vi al fiscal, era un hombre con apariencia de villano y me miraba fijamente. Me senté, miré hacia la izquierda y allí estaba mi abogado: un caballero con una mirada bondadosa cuya apariencia me era familiar.
 
La puerta de la esquina se abrió repentinamente y el juez apareció vestido completamente con una túnica negra. Irradiaba una presencia impresionante mientras se movía a través del cuarto. No podía quitar mis ojos de él. Mientras él tomaba su lugar detrás del banco dijo, comencemos.
El fiscal se levantó y comenzó su declaración inaugural, "mi nombre es Satanás y estoy aquí para demostrar porqué este individuo debe ir al infierno". Comenzó a hablar de las mentiras que yo había dicho, de las cosas que había robado, y cómo había engañado a otros en el pasado.  Satanás habló de otras cosas horribles y perversiones cometidas por mí, y entre más hablaba más me hundía en mi silla de acusados.
 
Me sentía tan avergonzado que no podía mirar a nadie, ni siquiera a mi abogado, quien se encontraba silencioso sin ofrecerme ninguna forma de defensa.  Yo sabía que era culpable de las cosas que me acusaban, pero también había hecho algunas cosas buenas en mi vida. ¿No podrían esas cosas buenas por lo menos equilibrar lo malo que había hecho?  Satanás terminó con furia su acusación y dijo: "Este individuo debe ir al infierno, puesto que él es culpable de todos estos cargos, y no hay ninguna persona que pueda probar lo contrario, por fin se hará justicia este día".
 
Cuando llegó su turno, mi abogado se levantó y solicitó acercarse al juez, quien se lo permitió, haciéndole señas para que se acercara pese a las fuertes protestas de Satanás. Cuando se levantó y empezó a caminar, lo pude ver en todo su Esplendor y Majestad. Hasta entonces me di cuenta de porqué me había parecido tan familiar, era Jesús quien me representaba, Mi Señor y Salvador.  Se paró frente al juez y, suavemente, le dijo: “Hola Padre”, y se volteó para dirigirse al jurado, diciendo: "Satanás está en lo correcto al decir que este hombre ha pecado, no voy a negar esas acusaciones. Reconozco que el castigo para el pecado es la muerte y este hombre merece ser castigado".  Jesús tomó un aliento profundo, se volteó hacia su Padre y con los brazos extendidos proclamó: "Sin embargo, yo di mi vida en la cruz para que esta persona pudiera tener vida eterna y él me ha aceptado como su Salvador, por lo tanto es mío".
 
Mi Señor continuó diciendo: "Su nombre está escrito en el libro de la vida y nadie puede arrebatarlo de mí. Satanás todavía no comprende que este hombre no merece justicia sino misericordia. Cuando Jesús se iba a sentar, hizo una pausa, miró a su Padre y suavemente dijo: “No hace falta hacer nada más, ya yo lo he hecho todo”.
El juez levantó su poderosa mano, golpeó fuertemente la mesa con el martillo, y las siguientes palabras salieron de sus labios: “Este hombre es libre, la pena para él ha sido pagada en su totalidad, caso concluido”.
 
Cuando mi Señor me conducía fuera de la corte, pude oír a Satanás protestando enfurecido: "No me rendiré jamás, ganaré el próximo juicio".  Entonces le pregunté a mi Salvador: ¿Ha perdido algún caso? Jesús sonrió amorosamente y dijo: “Todo aquel que ha recurrido a mí para que lo represente, ha obtenido el mismo veredicto tuyo: Pagado en su totalidad”.
Autor Desconocido
 

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