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CARLOS MARIO GALLO MARTÍNEZ

EL MEJOR PAÍS DEL MUNDO

EL MEJOR PAÍS DEL MUNDO

 


 
Cuenta la leyenda que estaba un día Dios sentado en su inmenso reino junto a su ángel más fiel, cuando decidió crear el país más bello y hermoso del mundo.  Así que comenzó:
-    A este país le daré dos océanos:  uno hermoso y bello que sirva para el turismo, y el otro será igual de hermoso pero servirá para la pesca y la investigación.
 
El ángel lo miró  y le preguntó
-    ¿Dos océanos mi señor?
 
Dios respondió:
-    Sí, ya verás porqué.
 
Le daré tres hermosas cordilleras: una más ancha, una más alta y una más cálida que las otras, cada una con sus respectivas cualidades, pero igual de bellas e importantes.
-    ¿Tres cordilleras mi Señor?
-    Sí, ya verás porqué.
 
Le daré una fauna inigualable, una hidrografía espectacular y un relieve tan maravilloso que será como mi propio edén.
-    ¿Tanto mi Señor?
-    Sí, ya verás porqué.  Tranquilízate amigo fiel.
 
Le daré unas inmensas llanuras en donde el sol camuflará sus rayos en las espigas de los campos.
-    ¿Por qué tanta belleza mi Señor?
-    Calma mi fiel servidor, ya verás porqué.
 
Le daré una riqueza minera tan grande y maravillosa, que como tesoro alguno jamás existirá.
-    ¿Tanta riqueza mi Señor?
-    Sí, y cada día más.  Ya verás porqué.
 
Lo colmará de gente maravillosa, de gente pujante y emprendedora, de  gente inteligente que no se doblega ante la adversidad, de gente bella y de gente cálida.
-    ¿Por qué tanta gente maravillosa mi Señor?
-    Ya verás porqué.
 
Le daré un cielo divino y majestuoso, en donde con sólo mirarlo se vea la entrada a mi reino y se confunda con la belleza en puro.
-    ¿Aún más mi Señor?
-    Sí mi gran amigo.  Ya verás porqué.
 
Así, en continuo trabajo permaneció el todopoderoso durante algunos días más, hasta que vio que después de tantos dones y bendiciones otorgadas por Él, culminó con éxito su tan añorado país.  Pasaron los siglos de los siglos y un día no muy lejano el ángel le preguntó:
-    Dime Señor:  ¿Por qué te esmeraste y te esforzaste tanto?  ¿Por qué le  dedicaste tanto tiempo a un país en donde sólo se habla de pobreza, de robos, de violencia y de muerte?
 
Dios le respondió:
 
-    Mi querido amigo, veo que eres ciego y poco entendedor.  Me sacrifiqué y esforcé tanto para crear un país tan lleno de dones y bendiciones, en donde sus habitantes puedan vivir tranquilos, puedan vivir alegres y puedan experimentar a pequeña escala lo fabuloso que es vivir en un  paraíso.  Sé por lo difícil que están pasando, por el retroceso que  se vive allá; pero tengo la esperanza que sus habitantes  (conocidos como colombianos), abran los ojos y vean qué país tan maravilloso les fue entregado y valoren  la suerte que tienen al haber nacido en él.
 
Autor Desconocido
 
COLOMBIA DESDE SU SOLEDAD
Por: ALONSO USSIA 
COLUMNISTA DEL PERIÓDICO “OPINIÓN”-ESPAÑA 

Me confieso un enamorado de Colombia. No se habla mejor español en el mundo. Y no es preciso acudir a un Colombiano de la clase alta y mejor cultivada para oír la belleza de su lenguaje. El dominio y el donaire de la palabra están en todos sus habitantes. Colombia es una nación grande y rica, con dos tragedias que nunca terminan. El narcotráfico y la guerrilla. Quizás la tragedia sea sólo una con dos caras diferentes de muerte y ruina. Sin la guerrilla no existirían otras bandas y fuerzas paramilitares que enredan aún más el drama.
 
Colombia es una nación injustamente desprestigiada. Cierto es que la inmensa red del narcotráfico usa a decenas de miles de inmigrantes naturales para extender el terrible negocio de la droga. Pero otras decenas de miles de colombianos, que nada tienen que ver con las grandes empresas de la muerte, son tratados y recibidos como si fueran delincuentes.
 
Colombia, que es una de las naciones más acogedoras, hospitalarias y cultas de América, es un país que ha asumido su soledad. Me pregunto – y me respondo- si todo el esfuerzo económico y humano que se ha empleado en Irak no hubiese tenido más justificación en Colombia.
 
La guerrilla llamada revolucionaria, las FARC, ese ejército potentísimo comandado por virtuosos asesinos, ocupa una buena parte de su territorio. Hace días han intentado matar al presidente de la República, Álvaro Uribe, que desde el principio de su mandato declaró la guerra abierta a los terroristas. Pero nadie en el mundo occidental ha reaccionado.
 
¿Se figuran lo que sucedería si el rey de España, o el presidente de la República Francesa, o la Reina de Inglaterra, o el presidente de los Estados Unidos sufrieran un atentado contra sus vidas? La movilización de occidente sería inmediata. Pero Colombia no es tratada como una democracia más, sino como un sistema distinto.  Está sola y hemos dejado solos a millones de Colombianos pacíficos, honestos, y trabajadores.
 
¿Por qué sí contra Sadam Husein y no contra Cano y su ejército de criminales? Una considerable proporción de los llamados “guerrilleros” no saben ni para qué luchan. Un sistema perverso y estalinista los ha hecho presos de su crueldad.  Uribe lo ha dicho pocos minutos después de sufrir el atentado: “No hay diálogo posible con la arrogancia que deriva del fusil, el coche-bomba y el dinero de la cocaína. Los terroristas tienen que sentir que el Estado los va a derrotar”. Pero son muchos los años que han transcurrido y el Estado colombiano no parece capacitado para terminar con el terrorismo, que allí no es grupo sino ejército, con un potencial extraordinario y el apoyo constante del gran negocio.
 
¿Cuántos colombianos tienen que morir, además de las decenas de miles de ellos asesinados o caídos en la selva luchando contra los terroristas, para que el mundo occidental reaccione? ¿Acaso la existencia de esos ejércitos asesinos favorece intereses ocultos en los países más poderosos de la tierra?
 
Colombia se muere porque se siente sola. Colombia emigra porque las circunstancias han hecho que allí la vida no se incluya en la relación de los derechos fundamentales. Por mucho que haga el Estado y por admirable que sea el coraje cívico de sus dirigentes, el camino para alcanzar la paz y la rendición del terrorismo se adivina largo y penoso.
 
A uno, personalmente le duele mucho más la tragedia de Colombia que la de Irak.  Los colombianos son los nuestros, o mejor escrito, aún mejores que los nuestros.  Han intentado asesinar a su presidente y el mundo le ha dedicado una atención cansada. Si hay que actuar con la fuerza en algún lugar para lograr la paz, allí está Colombia.  La bellísima nación de gente buena que nos da día tras día, una lección de valentía desde su soledad.
 
ALONSO USSIA

 

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