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 Bienaventurados los  padres:
  
 Comprensivos,  porque ellos tendrán la amistad de sus hijos. 
 Cariñosos, porque serán amados por sus hijos. 
 Honestos, porque tendrán la verdad de sus hijos. 
 Que dan buen  ejemplo, porque los imitarán con alegría.  
 Que se entienden, porque sus hijos los entenderán. 
 Justos, porque no serán juzgados por sus hijos. 
 Que acompañan a  sus hijos, porque no se sentirán solos. 
 Que apoyan a sus hijos, porque éstos serán su  apoyo.
 Que siembran armonía, porque cosecharán  felicidad. 
 Que escuchan a sus  hijos, porque siempre serán atendidos. 
 Que consuelan a sus hijos, porque nunca les faltará  consuelo. 
 Que velan por sus hijos, porque podrán cada noche  dormir tranquilos. 
  
 Autor  Desconocido   
   
 CONSEJOS PRÁCTICOS PARA LOS  PADRES
  
 Que tu autoridad sea flexible, tus mandatos justos y tus  argumentos comprensibles.  Que tu prohibición se ejerza con cariño.  Trata de razonar antes que imponer.  Si algo tienes que imponer,  que sea sin herir y si algo tienes que decir que sea sin lastimar.  Enséñales a  caminar para cuando no puedan ir llevados de tu mano.  Dedícales tiempo, pues el  hijo se siente importante y dichoso de que lo tomes en cuenta.
Hazlos  fuertes, no insensibles. 
  
 
 
Siémbrales la fe de raíz y enséñales a usarla,  porque con ella la tormenta puede convertirse en calma, el fracaso en victoria,  los defectos en virtudes.  Dale a tu hijo amor todos los días, de niño sé su  protector, de adolescente sé su maestro.  Cuando el hijo fracasa, no tomes el  camino de los reproches, sino el de la solución y el aliento.  Usa el sentido  del humor, que  desvanece muchas tormentas y déjales una libertad con el  espacio  necesario para que crean que están manejando su vida, pero en el fondo,  sígueles los pasos, entiéndeles las miradas, ajústales el dinero y ábreles el  corazón.
   
  
 ORACIÓN DE LOS HIJOS POR SUS  PADRES
  
 Dios, concédeme comprender mejor a mis padres,  y saber devolverles amor por amor.  Si yo no puedo amarlos como  antes es que debo amarlos más.  No ya como un niño que  balbucea, sino como un hombre que sabe lo que tiene que decir, y que expresa su  alma en un lenguaje dulce y fuerte.  Yo me acercaré a mi padre y a mi madre, que  sufren por mí, y cuyo trabajo hasta ahora no he apreciado. 
  
 Esta noche diré y repetiré, con más comprensión que otras veces, la  antigua oración de mi infancia: Padre nuestro, que estás en los cielos, escucha  a tus hijos. Te pedimos por nuestros padres. Por medio de ellos nos lo diste  todo, devuélveles todo el bien que nos han hecho.  Nos han dado la vida:  consérvales la salud.  Nos han dado el alimento: dales el pan de cada día. Nos  han dado el vestido: que sus almas se hallen vestidas siempre de tus gracias.  Concédeles sobre la tierra la felicidad que se encuentra en servirte y amarte. Y  haz que podamos estar un día reunidos en el cielo.
  
 Amén    
 
 
 
			 
			
			
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