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CARLOS MARIO GALLO MARTÍNEZ

siete pecados capitales del carácter

siete pecados capitales del carácter

Analice estos siete pecados capitales del carácter y considere de cuál o cuáles se arrepiente.
 
    Querer tener siempre la razón:
 
Las personas que poseen esta característica siempre tienen miedo a perder en las discusiones con los demás y a veces en medio de su desesperación por ganar y convencer, hasta llegan a argumentar sus puntos de vista con el llanto para así hacerlos más contundentes.  Por lo general ni siquiera escuchan las razones de las otras personas y las califican de mentiras.  Se sienten solos e incomprendidos por el resto de la gente y sus frases más comunes son: “nadie me cree y nadie me entiende”.  En la mayoría de los casos, son así porque desde que estaban pequeños les siguieron todos los caprichos.  La única forma de convencerlos de que no siempre tienen la razón es mediante la evidencia, y muchas veces a pesar de tenerla enfrente siguen alegando que sí la tienen.
 
    Echarle la culpa a otro
 
Aquellos que optan por echarle la culpa a los demás de todo lo que les pasa, se creen perfectos y piensan que nunca se equivocan con nada.  Por lo general, no son sujetos buenos para realizar trabajos en equipo, pues desconfían de la eficiencia de sus compañeros y piensan que en cualquier momento cometerán errores que los perjudicarán a ellos también.  Llevan una vida sin compromisos y no son capaces de asumir las responsabilidades que se les delegan. Todo para no correr riesgos.  Por otra parte, siempre creen que se les está acusando de algo, aunque no sea así o aunque ellos sepan que no lo hicieron, ya que por su condición de culpar a los demás sufren de cierto delirio de persecución, y cuando saben que sí son responsables de lo sucedido, nunca lo aceptan ante los demás.
 
    Hacerse siempre el mártir
 
Son aquellas personas que buscan que los demás siempre piensen que están mal y que les tengan lástima y sientan compasión por su situación.  Les gusta sufrir y son masoquistas, para que en realidad les crean y les manifiesten algún tipo de afecto.  Estos seres manipulan a la gente a través del llanto y del pesar y siempre están pensando que el resto del mundo es cruel y que se ensañó contra ellos.  Además de que se proyectan como mártires ante la sociedad, inconscientemente también lo hacen con ellos mismos y por eso la mayoría son hipocondríacos, pues necesitan sentir compasión por ellos todo el tiempo.  Por otra parte, creen que son inferiores al resto y como supuestamente siempre les pasa algo malo, buscan que los demás les ayuden en todo y a veces llegan al punto de pedirlo por caridad.
 
    Poner una excusa para todo
 
Existen personas que siempre buscan agradarles a los demás y se comprometen con todo, pero como luego no están en capacidad de cumplir, se ven obligados a inventar razones para justificarse y no quedar mal.  Siempre responden que lo intentaron por todos los medios, pero que les fue imposible y buscan la excusa perfecta para quedar como reyes.  Estas personas, se acostumbraron a que desde niños tenían una buena explicación para que no los reprendieran.  Además son pésimos para aceptar sus errores, pues siempre le encuentran razones para justificarlos.
 
    Siempre en tono negativo
 
La gente que es pesimista por naturaleza, constantemente piensa que todo le va a salir mal, y así sucede.  No tienen esperanza y no hacen planes para el futuro, ya que no creen que puedan llegar a realizarlos de forma satisfactoria.  Normalmente exageran el realismo y son crueles y castigadores con ellos mismos y con quienes los rodean.  Nunca se ponen metas porque no las ven viables y todo lo que les pasa o lo que tienen es malo por donde lo miren. Pocas veces le reconocen el lado bueno a algo o a alguien. Son seres llamados tóxicos. Lo que compran o lo que les dan siempre les parece inadecuado o insuficiente.  Llegan a tal punto de criticar que aunque no les parezca malo, se les convierte en un terrible vicio y no son capaces de reconocer cuando algo es bueno o cuando alguien hace las cosas bien.
 
    Ser intolerantes
 
Las personas con poca tolerancia se enojan con facilidad y comienzan a sentir que todo el mundo los ofende aunque no sea verdad.  Son muy susceptibles a los comentarios o a las molestias de los demás, aunque se trate de asuntos insignificantes. Son impacientes. No soportan el fracaso, las equivocaciones o las fallas naturales de los demás.  Son normativos y todo tiene que salir como ellos quieren, porque de lo contrario de enfadan.  Son muy exigentes y esperan que el resto del mundo gire a su alrededor.  Cuando se molestan pueden ser rebeldes y se niegan a colaborar con los demás.  Tienden a guardar rencores por mucho tiempo y no perdonan fácilmente.  Cuando están muy enfadados pueden decir cosas hirientes, aunque verdaderamente no lo sientan.
 
    La desconfianza anda por ahí
 
Estas personas son paranoicas y sienten que cualquier otro puede ser su enemigo, aunque no lo conozcan.  Por lo general, consideran que todo el mundo tiene malas intenciones y que les hará daño en algún momento.  Desconfían de lo que comen, de lo que compran y cualquier asunto o persona es susceptible de despertar su sospecha.  Tampoco creen en ellos mismos, demuestran inseguridad ante los demás y falta de confianza en lo que pueden hacer.  Les cuesta mucho trabajo enamorarse o mantener por largo tiempo una relación estable. Son celosos y siempre están pensando que su compañero (a) los va a dejar de un momento a otro.  A todo lo que ven le buscan la falla para demostrar que en efecto es malo.  Utilizan frases como “de eso tan bueno no dan tanto”, “la gente nunca es tan buena”, “ya verá lo que pasa” o “yo se los advertí”.
 
Manuela Bernal González

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