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CARLOS MARIO GALLO MARTÍNEZ

TOCANDO VIDAS

TOCANDO VIDAS
TOCANDO VIDAS


El viejecito ocupaba el menor espacio que podía, no quería ser notado ni quería ser una molestia, su necesidad lo obligaba a esa situación.  Había quienes se sentían importunados por esa mano arrugada que se extendía con una muda petición de que se le depositara algo. Y muchas veces lo único que recibió fue una mirada desdeñosa.

Yo estaba esperando a una persona, y había estacionado mi automóvil cerca de él y fue así como tuve la oportunidad de observar, cómo un anciano mendigo tocaba la vida de los demás, de manera sutil y discreta.

Llegó junto a él un niño, apretando nerviosamente una pequeña moneda, anticipando la sensación de dar, dándole su única posesión y alejándose juguetonamente.  Pasó un apurado padre, que lo usó de ejemplo para intimidar a su revoltoso hijo.  Llegó una viejecita, quién no solo le dio una moneda, sino que también le obsequió el calor de una palabras de comprensión y de ánimo, para que se cuidara del frío que sin misericordia se hacía sentir.
 
Un jubilado pasó junto a él y en su rostro se leyó el agradecimiento por la familia que tenía y por el jugoso cheque que recibía cada mes.  Pasó un policía, que se hizo el desentendido, al ver el temor en los ojos de alguien completamente inofensivo, que le recordó a su viejo, prosiguiendo su camino imperturbable.  Pasaron como cincuenta personas y nadie le prestó atención, todas estaban sumergidas en sus propias necesidades.

Me bajé del auto y me dirigí resueltamente hacia él, me miró con desesperanza, por su mente pasó la eminente expulsión, pensando que yo era el propietario del negocio donde él se refugiaba.
-    Señor, -le dije en voz alta, por si no oía bien- Hace frío y voy al restaurante, ¿quiere que lo invite a comer algo?

Hizo el intento de negarse a aceptar, pero el frío reinante le dio valor para decidirse.
-    Un momento por favor.

Cuando salimos del restaurante, recibí el gracias más sincero y conmovedor que he escuchado en mi vida, me agradecía el haberlo hecho sentir humano, por esa pequeña atención que había tenido con él.  Dejó de sentirse en ese momento, un estorbo, un anciano solitario, un despojo que la sociedad inhumana y fría, esperaba impaciente su desaparición. 

De repente fue un recuerdo traído a su estado actual y se sintió con vida, joven y viril, útil y apreciado.  Pero lo que más me impresionó no fue ese cambio, sino la sabiduría de sus ojos.  Porque el sabía que por unas monedas, tocaba las vidas de otros, con su triste ejemplo.
 
Autor Desconocido
 
ORACIÓN POR LOS ABUELOS
 
Señor, me estoy volviendo viejo; los jóvenes me hablan con respeto y temen que les cuente anticuadas historias.  A veces no comprendo nada del mundo de hoy y siento el vacío en torno mío. Sé que tú eres un Dios vivo, inagotable, de Ti saco el vigor para no ser un anciano de aquellos que se pierden en los recuerdos del pasado.
Concédeme Señor, el preparar dignamente mi vejez, dar sentido a mis días actuales. Que sepa ofrecer cariño a los nietos y vivir en el afecto de mis hijos.
 
Amén

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