LOS CHISMES
LOS CHISMES
Siembra un chisme y recogerás una cosecha de pesares.
El chismoso escucha una pequeña brisa y la convierte en un ciclón.
Contar un chisme es como arrojar barro a una pared limpia. Tal vez no se quede pegado, pero siempre dejará una mancha.
No creas la mitad de lo que escuchas y no repitas la mitad de lo que crees.
Cuando escuches un comentario insidioso, quítale la mitad, luego un cuarto, y no digas nada del resto.
Ojo con la verdad a medias; es posible que hayas recibido la mitad equivocada.
El rumor es la cosa más flotante que hay. Es muy fácil hacerlo flotar, pero muy difícil hundirlo.
Decir chismes es un delito que la ley no castiga.
La única diferencia entre el calumniador y el asesino está en que el primero mata la reputación en lugar del cuerpo.
La lengua criticona recibe órdenes de un ojo inexperto, de una mente irreflexiva y de un corazón ingrato.
Al echarles tierra a los demás, lo único que hacemos es ensuciarnos las manos.
Vale la pena recordar que las moradas del Cielo no se edifican con el barro que arrojamos a los demás.
Si uno acepta que no es perfecto, no anda criticando a los demás por sus errores; pero si uno se cree muy bueno entonces comienza a criticar a los demás.
Siembra un chisme y recogerás una cosecha de pesares.
El chismoso escucha una pequeña brisa y la convierte en un ciclón.
Contar un chisme es como arrojar barro a una pared limpia. Tal vez no se quede pegado, pero siempre dejará una mancha.
No creas la mitad de lo que escuchas y no repitas la mitad de lo que crees.
Cuando escuches un comentario insidioso, quítale la mitad, luego un cuarto, y no digas nada del resto.
Ojo con la verdad a medias; es posible que hayas recibido la mitad equivocada.
El rumor es la cosa más flotante que hay. Es muy fácil hacerlo flotar, pero muy difícil hundirlo.
Decir chismes es un delito que la ley no castiga.
La única diferencia entre el calumniador y el asesino está en que el primero mata la reputación en lugar del cuerpo.
La lengua criticona recibe órdenes de un ojo inexperto, de una mente irreflexiva y de un corazón ingrato.
Al echarles tierra a los demás, lo único que hacemos es ensuciarnos las manos.
Vale la pena recordar que las moradas del Cielo no se edifican con el barro que arrojamos a los demás.
Si uno acepta que no es perfecto, no anda criticando a los demás por sus errores; pero si uno se cree muy bueno entonces comienza a criticar a los demás.
Autor Desconocido
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